A César y a Joseph no les molesta la lluvia, pero acusan el frío. Llegaron el miércoles y todavía no se han aclimatado. Tiene dos años para acostumbrarse al clima de Coristanco, pero, sobre todo, para formarse. Ambos son una parte muy importante de un proyecto que la ONG Égueire ha puesto en marcha para el desarrollo de Grand-Lahou, un departamento de Costa da Marfil donde las oportunidades profesionales para los jóvenes son muy escasas y que vive básicamente de la pesca y de la agricultura. Precisamente el trabajo de César Kinino y de Joseph Arnaud Valera será aprovechar los recursos para enseñar a los chicos aquellas cosas que puedan servirles para encontrar trabajo.
Los dos años que tardarán en hacer la formación profesional será el tiempo que tendrá Égueire y Désiré Kouakou, párroco de Brens, Ameixenda y Buxantes, para construir el centro de capacitación agrícola que tendrán que poner en marcha los dos muchachos seleccionados.
El viaje hasta A Feira Nova, en Coristanco, ha sido muy largo. Se inició hace más de un año cuando realizaron todos los trámites para trasladarse a España y se les negó el visado. Tuvieron que hacer trámites y viajes que terminaron en nada. En Fonteboa les esperaron en vano. El octubre del pasado año les volvieron a reservar pupitres y habitación, pero las gestiones volvieron a complicarse. Fue el embajador de España en Costa de Marfil, Luis Prados Covarrubias, el que se empeñó personalmente en que la iniciativa de Égueire saliera adelante, según contaron Luis García, director del centro coristanqués, y Désiré Kouakou.
Las dificultades fueron más de validación de la formación de los jóvenes, que se expresan en francés, que de otra cosa, pero retrasaron un año la puesta en marcha de un centro que será similar a Fonteboa, incluso por lo que respecta a la alternancia, un sistema que los propios Joseph y César, conocerán de primera mano, porque durante la semana estarán el Coristanco y los fines de semana serán acogidos por Désiré Kouakou.
Ellos son la gran esperanza para muchos vecinos del pueblo de Grand-Lahou, el de Joseph, cuyos vecinos han cedido un terreno de 10 hectáreas para que uno de sus chicos «pueda formarse y ayudar a sus compañeros», explica el párroco Désiré. César, en cambio, es del interior, de Bongouanou.
La cuestión, explican los dos jóvenes, es que la formación en Costa da Marfil no es adecuada para las ofertas de empleo que hay. «No todos pueden ser funcionarios», aclara el cura, en tanto que los dos estudiantes ponen de manifiesto que la formación se realiza en grandes centros muy alejados, en muchas cuestiones, de la realidad del país.
Los dos jóvenes marfileños fueron seleccionados por su formación, pero también porque «tienen ilusión» y se han comprometido a volver, según ponen de manifiesto el cura de Ameixenda. Es una condición fundamental para haber conseguido el billete para España, puesto que de poca ayuda iban a ser los dos si no decidieran regresar.
La labor que les espera a ambos es complicada, sobre todo por el desánimo que reina entre los jóvenes de Costa de Marfil, por lo que se deduce de las explicaciones de Joseph y de Cesar sobre la situación en el país. La universidad, dicen, ofrece títulos, pero no la formación necesaria, sobre todo porque falta material. Así las enseñanzas son muy teóricas, pero poco prácticas.
En Fonteboa pretenden darle la vuelta a todo ello, que aprendan según las costumbres del centro y que también se habitúen a la vida en la Costa da Morte. De momento han tenido que cambiar las comidas picantes a las que están acostumbrados por las que estilan en Coristanco.
Joseph Arnaud Valera Zoukouano. Tiene 26 años y después de terminar la secundaria hizo una especie de bachillerato y formación profesional en mecánica y mantenimiento de vehículos.
César Kinino de Bencis. Tiene también 26 y realizó una formación similar a la de su compañero, aunque en la especialidad de acuicultura.